Aquella pequeña habitación era muy misteriosa para mi mirada infantil.
Yo tenía siete u ocho años y veía con maravillada extrañeza aquellos aparatos. El hombre que los manejaba se llamaba Rufo, era uno de mis tíos por vía materna, y todos le decíamos Pibe.
El Pibe se dedicaba a reparar todo tipo de artefactos electrónicos. Pero uno de sus mayores entusiasmos estaba en aquella habitación.
Era radioaficionado.
Era magia. Realmente magia.
El Pibe se comunicaba por audio con otros radioaficionados que estaban en países lejanos. Conversaba con ellos.
Lo dicho: magia.
¿Cómo había entrado mi tío en aquella dimensión desconocida de la comunicación?
Pues aprendiendo por correspondencia.
¡Por correspondencia!
Todo, todo, todo lo aprendía en las clases que recibía por correo.
No, correo electrónico no. Correo postal. En cursos en papel que llegaban en sobres de papel, entregados en su propia puerta por un cartero de carne y hueso.
Todo lo aprendía así, por correspondencia. Y lo demás aplicando en la práctica lo aprendido a distancia.
Ok boomer.
Ya basta de radioaficionados y cursos en papel.
Salgamos de la época de las cavernas.
Vayamos hacia adelante. Fast forward. Viaje en el tiempo.
Volvamos al presente.
¿De qué te sirve lo que te cuento?
La idea es ilustrar una estrategia comunicacional muy simple pero tremendamente exitosa.
Me refiero a utilizar las vías de comunicación que sean realmente efectivas y no necesariamente las más novedosas.
Porque a cada paso veo errores motivados en la novelería, en el culto de lo nuevo solo por ser nuevo. Cuando en comunicación política no se trata de nuevo versus viejo sino de efectivo versus inútil.
Para eso tienes que tener la mente abierta.
Si los estudios indican que Tik Tok es lo más efectivo para persuadir a determinado segmento, pues adelante con Tik Tok. Y si con otros segmentos lo que vale es el cara a cara, pues a gastar zapatos y golpear puertas.
Y así con todo, ya me entiendes.
El único enemigo es la rigidez, la rutina, la mente cerrada.
Daniel Eskibel