Hace pocos días me refería al poder de los nombres. Apelaba en aquel momento a la actual campaña electoral norteamericana, donde George W. se enfrenta a J.F.K.
Ahora retomo el tema pero aplicado al caso uruguayo. En 1996 publiqué uno de los primeros libros de Psicología Política que se conocieron en Uruguay. Su título era “Tabaré Vázquez. Seductor de multitudes”, y analizaba la comunicación política de quien por entonces era un líder emergente y aún no consolidado.
Aquel libro ya agotó más de una edición, y Vázquez está a las puertas de ser el nuevo Presidente uruguayo. Es un buen momento para compartir un párrafo muy breve que tiene que ver, justamente, con el poder de los nombres:
“Hay mas puertitas en el discurso del Dr. Vázquez. Algunas llevan a una escena que analizamos en otro capitulo: el hechicero de la tribu. Otras conectan con un interesante mito de los uruguayos: TABARÉ. ¿Le suena?
Todos los habitantes del Uruguay tenemos algún recuerdo, aunque no sea muy preciso, del “TABARÉ” de Zorrilla de San Martín. Por lo menos algún fragmento hemos leído en la escuela o en el liceo, y es una de esas historias fundacionales que han contribuido con cierta leyenda que dice que los uruguayos somos muy diferentes al resto del mundo.
Tabaré era un indio distinto, hijo de indio y de española cautiva. Ni completamente charrúa ni completamente español: charrúa de ojos azules. Y su mirada tierna es contrastada por el poeta con el odio de los ojos de su tribu.
Su nombre significa “el que vive solo, lejos o retirado del pueblo”, y hace alusión a su soledad e individualismo. Es un hombre bueno, callado, ensimismado, melancólico, triste y misterioso. Todos hablan de él.
TABARÉ no puede desprenderse del pasado: está fijado a lo que ha perdido y ya no puede recuperar. Podríamos decir que está viviendo un duelo patológico y que no puede crecer ni cambiar. El futuro no existe y el presente esta totalmente infiltrado por el pasado.
Pero además, siendo inocente, es víctima de la maldad de otros. Muere injustamente, acusado de crímenes que no cometió.(3)
El nombre TABARÉ es una puertita que comunica con el mito TABARÉ. Y refuerza una idea: el doctor Vázquez es un político diferente a los demás, lleno de sentimientos humanos y al que atacan injustamente. Quizás sea para muchos la imagen de un pueblo individualista y triste, deslumbrado por su pasado y con una gran resistencia al cambio.
Casi una experiencia religiosa
¿Qué sucede cuando el espectador pasa por una de esas puertitas disponibles en el discurso vazquista? ¿Cuáles son las consecuencias sobre su estado de ánimo, sus emociones, sus puntos de vista y sus conductas?
La narración mítica permite acceder a una actitud mental especial, diferente a la cotidiana, estableciendo una relación muy peculiar entre el hombre y el mundo.
“El saber mítico…ni admite dudas ni reconoce otra evidencia que no sea la suya propia…” (4)
<<(Los mitos) le proponen al grupo un modelo de comprensión del mundo y de sí mismo, de lo que es posible y de lo que es imposible…
La seudo historia que cuenta el mito (…) es un pasado imaginario que crece y que es indestructible, que no puede ser confrontado con ninguna verdad histórica, pues no admite nada capaz de desmentirlo.
Esta seudo historia es compartida por todos cuantos se identifican con ese mito y ese mito da cuerpo a la identidad del grupo.>> (5)
Quiere decir que pasar al mundo mítico a través de estas puertitas implica lograr un nivel de certeza profundamente superior al habitual. Convicción que, además, permite sentirse formando parte de un grupo con una identidad clara y definida. Además se revive la realidad original relatada por el mito y se la revive con un matiz de religiosidad, exhaltación y encantamiento.
Se trata de una experiencia de una enorme fuerza, aún cuando quien la vive no sea consciente de todas las connotaciones míticas que lo envuelven. Pues justamente ese pasarle de contrabando a la conciencia es lo que potencia su efecto.
Es como un ritual mágico: por unos instantes el espectador sale del tiempo cronológico y de la realidad cotidiana y se instala en un tiempo fabuloso, legendario, pleno de secretos y misterios, pleno de vida y energía.
Y sale de allí con renovada confianza: si lo que se va a hacer ya ha sido hecho en el mito, pues entonces se volverá a hacer. Solo hay que seguir el modelo propuesto. David ya derrotó a Goliath, Obdulio ya dio el maracanazo, el forastero ya venció a los pistoleros, Cristo ya sanó y ya dejó su mensaje…
¿Cómo no confiar con mucho más entusiasmo que quienes se desplazan por discursos que se agotan en sí mismos, sin puertitas hacia el mito?
(3) Véase Juan Zorrilla de San Martín: “Tabaré”. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1965.
(4) Peré Salabert: “De la creatividad y el kitsch. Meditaciones posmodernas”. Ediciones de Uno, Montevideo, 1991. Pág.51.
(5) Saúl Paciuk: “Los uruguayos, entre la cosa y la invención”. Rev. Relaciones número 118, Montevideo, 1994. Págs. 9-11.”