Mira cualquier proceso político de este siglo 21.
Observa más allá de las apariencias.
Escudriña detrás de la superficie.
Verás un paisaje griego de hace 2500 años.
Verás a Heráclito caminar descalzo por la fresca orilla de un río. Heráclito explicando que todo cambia y fluye eternamente. Tanto que ni siquiera logramos bañarnos dos veces en el mismo río porque la segunda vez ni el río ni nosotros somos ya los mismos.
Pero verás también a Parménides, sentado allá en lo alto sobre una roca. Parménides enseñando que ‘lo que es…es, y lo que no es…no es’.
Ese pequeño resplandor de la filosofía griega ilumina una verdad esencial que la política suele olvidar: dentro de cada ser humano hay deseos de cambio y al mismo tiempo resistencia al cambio.
Y ese conflicto se escenifica en todos los procesos políticos.
A veces no es explícito, pero siempre está.
Y quienes impulsan cambios, cualquiera sea su naturaleza, deben tener muy en cuenta la resistencia al cambio.
¿Qué o quién impide los cambios?
¿El gobierno?
¿La propia oposición?
Tal vez ambos. Por lo menos en parte. Pero si aislamos el elemento fundamental que impide o retrasa cualquier tipo de cambios, entonces encontramos algo en el interior de los individuos. En su psiquismo. En su psicología política.
Me refiero a la resistencia al cambio.
Se trata de una compleja red de actitudes y emociones articuladas en torno a 2 componentes esenciales:
- Una cierta tristeza por tener que desprenderse de lo conocido, de aquello a lo que el individuo se ha habituado.
- Un cierto temor ante lo nuevo y desconocido que vendrá a sustituir a lo viejo y conocido.
La interrelación entre estos 2 factores produce resistencia al cambio.
- En algunas personas esa resistencia se manifiesta por la virtual imposibilidad de cambiar.
- En otras por un bloqueo más o menos importante.
- Y en otras, por lo menos en una demora frente al cambio, en una necesidad de mayores tiempos y argumentos para cambiar.
En el plano electoral la resistencia al cambio favorece al oficialismo y le hace las cosas más complicadas a la oposición. “Prefiero malo conocido antes que bueno por conocer”, dice mucha gente en la cresta de la ola de la resistencia al cambio.
Recuerda la frase de Andreotti: “el poder desgasta…al que no lo tiene“. Mientras tanto el que lo tiene debe saber transformar sus ventajas en votos.
La clave está en que ambos, gobierno y oposición, deben saber que detrás de muchos comportamientos políticos anida la vieja, conocida y confortable resistencia al cambio. Cada uno sabrá cómo trabajarla.