¿Qué tal si comenzamos por la geometría?
Necesitamos una hoja de papel y un compás. El ejercicio es simple.
Tomas el compás, apoyas su punta sobre el papel y trazas una circunferencia. Dejas el compás y señalas con un punto el lugar en el que la punta dejó su marca.
Lo que tienes sobre el papel es un círculo con un punto en su interior. Un punto equidistante de todos los puntos que forman la circunferencia que limita el adentro y el afuera del círculo.
Ese punto es el centro.
-¡Vaya novedad!- dirás.
Bien. Vayamos ahora a una recorrida por una ciudad. No importa cual.
Vayamos a una zona en especial. Esa zona donde están las calles más concurridas. Donde tal vez hay más movimiento comercial, más oficinas, más actividad burocrática, más personas que van y vienen.
Esa zona es el centro.
-Siguen las novedades…- insiste tu voz ya con ironía.
Continuemos, pues. Desembarquemos en cualquier lugar donde haya una campaña electoral en curso. Digamos Argentina o Uruguay en este momento. O toda la Unión Europea hasta hace pocas horas. En toda campaña electoral se habla de un votante escurridizo al que todos (o casi todos) buscan.
Es el votante de centro.
Votante polémico si los hay. Tanto que algunos dicen directamente que no existe. Mientras lo dicen trazan una raya imaginaria y agregan: de un lado de la raya las derechas y del otro las
izquierdas. ¡Y nada más! O a lo sumo algo más en materia de indecisos. Punto. Problema terminado.
Otros, en cambio, afirman que el votante centrista es siempre y en todas partes la mayoría del electorado. ¡A buscarlo entonces a como de lugar! Y listo. Que izquierdas y derechas son minorías, hombre.
“Ni tan calvo ni con 2 pelucas”, reza un viejo dicho popular.
Si pensamos en el centro político como un punto geométrico equidistante de todas las otras posiciones políticas, seguramente no vamos a encontrar mayores ejemplares que lo representen.
Sí los vamos a encontrar si pensamos en el centro político como una zona de límites a veces imprecisos. Una zona con su propia historia local que se diferencia de otras zonas similares en otros lugares del mundo.
El centro en política no es como el centro exacto de la geometría.
Es más parecido al centro de una ciudad, y por definición no puede abarcar al conjunto de la misma sino a un sector más o menos delimitado y con características propias.
Entonces: SÍ hay personas políticamente centristas. SÍ.
Pero bien: ¿cómo son estas personas que en distintos países y en distintos tiempos votan de un modo tan diferente entre sí?
En artículos anteriores señalé que la clave psicológica de las personas de izquierdas es que se sienten libres respecto a las normas sociales. Y que la clave psicológica de las personas de
derechas es que sienten esas normas en lo más profundo de sí mismos.
¿Y las personas centristas?
La clave psicológica está en la búsqueda de un equilibrio entre las
normas y la libertad.
La persona de centro siente que debe ordenar su vida en función de las normas sociales pero también siente que desea ser libre frente a las mismas. Y pone por encima de todo la transacción, lanegociación, la búsqueda de cierto equilibrio entre ambos polos.
Con frecuencia ésto lo aleja de los extremos político-ideológicos, de los radicalismos y de las confrontaciones. Ni tanto ni tan poco.
Ni mucho ni nada. Ni blanco ni negro.
En ocasiones algunos factores lo inclinan hacia la izquierda o hacia la derecha, pero su estructura psicológica lo hace ser de centro-izquierda o de centro-derecha.
Negociación, transacción, acuerdos, compromisos, moderación, sensatez, equilibrio, adaptación, tranquilidad…son algunas de las palabras mágicas del centrista.
Por eso es tan variopinto el panorama centrista: porque en cada tiempo, lugar y persona esa negociación interna asume perfiles diferentes y propios.
Lo que permanece es, justamente, la búsqueda del equilibrio.