Te cuento 2 historias reales. Ambas ocurrieron en América Latina hace algunos años.
Demasiadas palabras para la ocasión
La primera historia fue en dictadura.
Un grupo de jóvenes recorría las calles en medio de la noche. Pintaban una frase en los muros de la ciudad. Una frase simple, contundente y que lo decía todo:
“Vote NO”.
Aquella dictadura sometía a plebiscito su proyecto de reforma constitucional. Un proyecto para eternizarse en el poder.
Por eso todos entendían aquel “Vote NO”.
Pero uno de los jóvenes no se conformaba con la síntesis. Le parecía poco. Quería decir más cosas.
Y pintaba frases larguìsimas sobre los muros:
“Vote NO para derrocar a la dictadura militar que oprime y hambrea al pueblo trabajador”, por ejemplo.
Claro que a veces la frase quedaba por la mitad porque aparecía la policía y había que huir. Y otras veces quedaba por la mitad porque el tamaño de la pared no alcanzaba para tanto texto. Pero el enemigo de la síntesis no se daba por vencido, entonces achicaba al máximo la letra para que entraran todas las palabras.
¿Resultado?
Un enorme riesgo para pintar frases casi imposibles de leer, entrecortadas o de tamaño pequeñísimo. Pero además el riesgo de escribir algo inconveniente, arrastrado el pincel por la necesidad de decir más y más y cada vez más.
A la mañana siguiente descubrieron que uno de los muros decía:
“Abajo la desmilitarización” (sic).
Exactamente lo contrario de lo que querían decir.
Es que cuando uno no se obliga a la síntesis, pues lo que surge es el bla bla bla. Los errores. Los excesos. La nadería inconducente.
Juancito el Mentiroso
La segunda historia fue en democracia.
El candidato era entrevistado en un programa de televisión muy importante. Y su deseo de hablar y hablar era incontenible.
¿Síntesis? De eso nada. A hablar de todos los temas. A explayarse, a extenderse, a dar más detalles, a tener siempre algo que agregar.
Como si fuera cierto aquello que decían en mi pueblo acerca de que ‘lo que abunda no daña’.
Porque lo que abunda sí daña. Con más frecuencia de la que se cree.
Entonces el candidato se sintió a gusto. Imparable. Y dijo su frase memorable:
“Cuando yo era joven me decían ‘Juancito’ el Mentiroso” (sic).
¡El mentiroso!
Si ‘Juancito’ se hubiera obligado a la síntesis, seguramente habría hablado menos. Mucho menos. Tendría un cierto libreto, un guión, unos ejes temáticos, unas frases contundentes. Síntesis.
Pero no. Lo derrumbó su propia locuacidad, su exceso de palabras, su voracidad verbal.
El poder de síntesis como síntesis del poder
Las 2 historias conducen a un mismo punto:
El poder de síntesis es un arma estratégica para la política.
Y además nos pone a salvo del bla bla bla, del parloteo, de la charlatanería.
Es la síntesis lo que graba las ideas en la cabeza de los electores. Y tienes que entrenarte para aprender a ser cada vez más sintético.
¿Cómo puedes entrenarte para la síntesis?
- Pidiéndole a tus colaboradores que los informes que te escriban sean como máximo de una hoja
- Usando mucho el Twitter para limitar la extensión de tus frases
- Estudiando cómo hacen los periódicos para titular una noticia con pocas palabras
- Preparando frases cortas que puedas incluir en entrevistas y discursos
- Pensando qué títulos te gustaría que tuvieran los diarios de mañana acerca de tus actividades de hoy
- Respondiendo tus mails en pocas líneas
- Haciendo un listado de las preguntas difíciles que te pueden hacer periodistas o electores y escribiendo respuestas breves a todas ellas
- Ensayando entrevistas y debates con tus colaboradores, buscando siempre la respuesta más simple y breve
- Obligándote a reducir a la mitad la duración habitual de tus discursos
- Recordando siempre que lo que más queda en el oyente o televidente es la primera frase y la última de una entrevista
Aprende a sintetizar. Ya verás cómo aumenta tu impacto comunicacional sobre los demás.