¿Grabar las reuniones de tu comando estratégico?
Nunca. Never. Jamás. Por ninguna razón.
Te cuento algo que me ocurrió en 2022 y ya comprenderás.
Veamos.
Campaña presidencial en Colombia. Mi cliente era Gustavo Petro, el hoy presidente del país.
Todos los lunes teníamos reunión en Zoom del comando estratégico de la campaña. Dos horas, a veces tres y en ocasiones hasta más horas.
Todos los lunes de mañana durante un año y medio.
Seis o siete personas en videoconferencia: el propio candidato, su esposa, un par de dirigentes de máxima confianza, el gerente de la campaña, y tres consultores extranjeros especialistas en distintas áreas.
Ya sabes lo que es una reunión de un comando estratégico.
Una reunión interna. Privada. Donde se examinan diversos asuntos. Se intercambian ideas. Se piensa en voz alta. Se debate. Se decide. Se analiza.
Hasta aquí todo normal.
Pero resulta que una mañana de 2022 ocurre algo inesperado.
Resulta que un medio de comunicación colombiano decide hacer una movida potente.
Un medio que se ubicaba en las antípodas de nuestro candidato. Y que tenía un gran impacto en un sector grande de la sociedad colombiana.
¿Qué hizo ese medio?
Pues comenzar a publicar fragmentos de las grabaciones en vídeo de nuestras reuniones.
Sí. Tenían cientos de horas de grabación de aquellas reuniones que hacíamos los lunes en el comando. Cientos de horas. Además de grabaciones de otras reuniones en otros niveles de la campaña.
¿Las publicó todas de manera íntegra?
Pues no. Día tras día, hasta el día de la elección presidencial, fue publicando fragmentos seleccionados por el mismo medio.
¿Publicó los vídeos sin más para que cada cual se formara su propia opinión?
Pues tampoco. Los publicó con títulos y subtítulos, con textos previos y posteriores, con reacciones y comentarios.
Ya te imaginas el tenor de los textos y los comentarios: “explosivas revelaciones”, “escándalo” y todo lo demás. Un mar de acusaciones de todo tipo. “Interpretando” lo que decíamos los protagonistas de los vídeos. Con afirmaciones flagrantemente contradictorias con lo que realmente decíamos.
Todos-los-días. Todos. Como noticia principal.
¿Verificaron algo acaso con nosotros?
Pues no.
A mí personalmente me identificaron como “el consultor argentino (sic) Daniel Eskibel”, escribieron que yo le enseñaba al comando no sé qué oscuras maldades y pusieron como prueba un vídeo donde en realidad decía todo lo contrario a lo que ellos insinuaban.
¿Me pidieron mi propia versión?
Ya sabes: no.
No es mi propósito en este artículo evaluar determinadas prácticas supuestamente “periodísticas” que se comentan solas.
Tampoco sé quién grabó nuestras reuniones, en qué contexto y para qué. El medio de comunicación que publicó y comentó los vídeos dijo que los había grabado un funcionario de la campaña que había decidido cambiar de bando. Otros hablaron de alguien que fue infiltrado en la campaña para hacer determinadas tareas. Y también se planteó la hipótesis de un hackeo por parte de alguna poderosa agencia de esas con siglas de tres letras.
En fin.
La historia anterior solo es un ejemplo muy potente de lo que puede ocurrir si las grabaciones de tus reuniones estratégicas internas se convierten en públicas.
Por eso mi consejo de hoy.
Nunca grabes las reuniones de tu comando estratégico.
Y vigila que nadie lo haga.
Y cuida tu boca, siempre.
Porque todo lo que digas en privado puede ser usado en tu contra en público.
Todo.
Hasta la más inocente de las afirmaciones. Lo que dijiste en el acaloramiento de una discusión. Lo que dijiste como primera reacción que luego corregiste. Lo que dijiste antes de cambiar de opinión. Lo que dijiste sin pensar. Lo que dijiste con una expresión desafortunada.
Todo puede ser usado en tu contra.
Recuerda que lo que importa de una reunión son las decisiones, no todo el proceso y la discusión previo que desembocó en esas decisiones.
No hay necesidad de documentarlo todo, entonces.
Sí hay necesidad de tomar decisiones y luego llevarlas a la práctica.
Ni más ni menos que eso.
Daniel Eskibel