‘El olor a leña, Boby,
te hace sufrir’…
Así comienza una canción de Alfredo Zitarrosa. Olor a leña. Pero…¿puede un olor hacer sufrir a alguien? Pues sí. Sufrir o sentir otra emoción cualquiera.
Porque los olores son una vía de conexión directa con nuestras emociones.
Deja que por un instante tu nariz piense por tí. Déjate llevar por lo que algunos olores evocan en tu memoria y por las sensaciones que te despiertan.
El olor del café y del pan tostado.
El olor de la carne asada.
El olor del mar.
Respira hondo. Siente ese olor.
Desde que tengo memoria tengo debilidad por el olor a eucalipto. De hecho vivo en un lugar donde hay eucaliptos por todas partes. Y cada vez que salgo a la calle me lleno los pulmones sintiendo ese aroma inconfundible. Y esté donde esté, cuando la brisa me trae ese olor, pues automáticamente vuelvo a llenar mis pulmones y a disfrutarlo.
Nunca pude explicar la sensación exacta que me provoca el eucalipto. Es algo asociado con el bienestar, con la tranquilidad, con la vida.
Nunca lo puede explicar hasta hace 20 días. La historia, pequeña y simple, me la relataron mis padres casi a dúo. Yo tenía 10 meses de edad (hace ya un buen tiempo, por cierto…). Y sufría de una dura tos convulsa que no se me quitaba con nada. Fue entonces que el médico les recomendó a mis padres que me sacaran al campo, a lugares donde hubieran eucaliptos.
¡Eucaliptos!
Y allá iban ellos conmigo. Se detenían cada vez que encontraban eucaliptos y dejaban que yo respirara. Parece que, tal como había dicho el médico, el olor me despejaba y me calmaba. Y allí estaba yo: respirando a pleno, llenando mis pulmones, calmando mi tos convulsa, sintiéndome más tranquilo, seguro, protegido.
Es una historia personal mínima pero elocuente. El olor transporta al cerebro. Lo lleva a otros tiempos y le hace sentir sensaciones y emociones. A veces imposibles de definir, pero potentes.
Bien. Los olores.
Pero no solo los olores.
También las palabras que evocan olores en el cerebro de quien escucha o lee.
Porque el lenguaje suele ser un buen estímulo para despertar los efectos de un aroma dentro del cerebro de alguien. Las palabras que nombran, describen, rodean un olor.
Sin embargo, todos vivimos estos fenómenos de un modo espontáneo pero pocas veces los implementamos para ser más persuasivos cuando necesitamos serlo.
Por ejemplo en la política.
Si escuchas los discursos políticos, las declaraciones de los candidatos y todo ese universo verbal en el que se mueven, ¿qué escuchas?
Muchos conceptos, ideas, razonamientos, pensamiento abstracto, conceptos…
Y pocas emociones.
Sin embargo el político necesita despertar emociones en el público para poder conectar con él y ser más persuasivo. Y lo reitero: los olores son una vía de contacto directo con las emociones.
Por eso te hago una recomendación.
La próxima vez que vayas a preparar un discurso, una rueda de prensa, una declaración pública, un debate o cualquier otra intervención política verbal…utiliza tu nariz.
Dale algo a la nariz de tu público. Construye aunque sea un pequeño párrafo en torno a un olor, a un aroma evocador. Dale palabras para que el cerebro de quien te escucha reviva ese olor y dispare toda una cadena de asociaciones cargadas de emoción.
‘Algo huele mal en Dinamarca’, hizo decir Shakespeare a uno de sus personajes.
Apelaba así a la nariz del lector. A que ese mal olor leído fuera decodificado por el cerebro con una sensación de rechazo y desagrado.
Y Shakespeare sabía qué efectos provocar en el lector-espectador-oyente, por cierto.
Si estás en política, no lo pienses todo con el cerebro.
Piensa algo, también, con la nariz.