Tu mente repasa una y otra vez lo que dijo tu adversario. Sus declaraciones de prensa resuenan como un eco en tu cerebro. Y buscas la oración. Esa oración. Una expresión simple y contundente que termine con él, que lo destruya, que cierre el proceso político a tu favor.
Buscas con ansias, con frenesí, casi con desespero. Piensas una expresión y luego otra y luego otra. Descartas, corriges, eliges, vuelves a descartar.
Sientes que estás cerca.
Sientes que es un momento decisivo de tu trabajo político.
Porque lo es.
¿O acaso no?
Aguirre, la ira de Dios
La embarcación remonta el río Amazonas. Un puñado de hombres va en busca de El Dorado. Cansados, enfermos, desesperados…allá van en expedición detrás del inaudito lugar de la selva donde se ocultan riquezas sin fin que pondrán fin a sus penas.
Al mando va don Lope de Aguirre.
También cansado, enfermo y desesperado. Ciegamente enloquecido detrás del sueño de El Dorado. Violentamente cruel y dispuesto a todo para conseguirlo.
Sin saber, todavía, que ese sitio mítico y salvador no existe.
Que en todo caso, si existiera, jamás lo encontrará.
Y que solo le espera la desesperación y la muerte.
Aguirre, la ira de Dios es una película alemana de 1972 dirigida por Werner Herzog y protagonizada por Klaus Kinski. Una película terrible y conmovedora.
Tan terrible como la búsqueda de una solución mágica que jamás llegará.
Tan terrible como esa misma búsqueda operando como autodestrucción.
Tal vez tan terrible como el intento de destruir al adversario político sin percibir que se trata de una autodestrucción.
Políticos inmolados en el altar del ataque perfecto
Piénsalo de nuevo.
Remontas el caudaloso Amazonas de tu mente. Buscas la oración perfecta que destruya a tu adversario. Buscas El Dorado luego del cual des por tierra con ese adversario y vivas tu felicidad política.
Pero cuidado.
La oración perfecta que destruya a tu adversario no existe.
Si existiera, lo más probable es que nunca la encontraras.
Y si la encontraras, tal vez el precio a pagar sería demasiado caro: por tu ánimo exhaltado, por la pérdida de tiempo, por el descuido de la realidad, por el abandono del plan estratégico.
No lo hagas. No te inmoles. No remontes el Amazonas. No busques lo imposible.
No te dejes arrastrar por ese río caudaloso de tu mente.
Escucha sí las declaraciones de tu adversario.
Piensa en ellas, también.
Pero no te obsesiones.
Responde de modo razonable.
Respeta los tiempos de la campaña.
Conserva la estrategia de la campaña.
Y sigue adelante.