La política despierta pasiones, ya sabes.
Es curioso, porque si observas su superficie lo que ves son ideas. Y si buceas en sus profundidades también te encuentras con ideas. Pero sin embargo la política está siempre agitada por poderosas pasiones que la estremecen.
Emociones, conflictos, contradicciones, sentimientos, afectos.
Turbulencia.
Pasiones.
Una de esas zonas de turbulencia es la mayor o menor proximidad entre el consultor político y las ideas del candidato y su partido.
‘Enemigo de clase’. Ese fue apenas uno de los conceptos descalificadores que me propinó en una red social un apasionado militante de izquierdas.
El razonamiento que exponía era claro. Yo había asesorado a un partido político que no era el suyo. Para ese militante apasionado, todos los partidos excepto el suyo eran ‘la derecha’ y eso los convertía en ‘enemigos de clase’.
El silogismo era perfecto: mi trabajo como consultor político asesorando en distintos momentos a 2 candidatos de aquel partido ‘enemigo’ me convertía en ‘enemigo’. Conclusión: mis ideas eran las mismas o por lo menos estaban muy próximas a las de aquel partido que asesoraba.
Detrás del silogismo acusatorio habitaba la pasión. Una pasión honesta, sólida e inconmovible.
‘Formado en Moscú’. Ese fue el principal concepto que me propinó un apasionado periodista de un importante periódico al que se suele identificar con la derecha política.
Para aquel periodista ‘Moscú’ era la fuente de donde brotaban ideas peligrosas para el mundo. Una breve y lejana estancia en la capital rusa me convertía en difusor de dichas ideas. De lo cual se derivaba que no parecía conveniente como consultor político para ningún partido que no tuviera ‘ideas de Moscú’.
Otro silogismo perfecto. Otra vez la pasión encendida detrás del razonamiento.
No son ejemplos de los tiempos de la guerra fría sino de este siglo veintiuno. Son válidos para advertir el calor de las emociones coloreando las ideas políticas. Pero además son disparadores para reflexionar sobre el consultor político, su trabajo y sus ideas.
¿Cual debe ser el grado de proximidad entre el consultor político y las ideas del candidato?
No hay una respuesta única para esta pregunta. Más bien hay distintos ángulos de abordaje. A saber:
- Coincidencia total: el consultor político debe coincidir punto por punto con las ideas del candidato y su partido
- Coincidencia parcial: el consultor político debe compartir los principios básicos del partido que asesora
- Coincidencia mínima: el consultor político no debe sentir rechazo hacia las ideas fundamentales del candidato y su partido
- Coincidencia operativa: el consultor político debe trabajar con independencia de las ideas políticas en juego y centrado exclusivamente en las tareas profesionales
No hay una verdad absoluta. Cada consultor tiene su opción, cada candidato tiene la suya y cada persona la suya.
Más allá de las pasiones, es un tema importante para las campañas electorales. Por eso el candidato debe tener una larga reunión personal con el consultor político. Antes de contratarlo. Reitero: antes.
Un encuentro cara a cara entre el consultor político y el candidato permite que ambos se conozcan mejor y que decidan si van a poder trabajar cómodamente en conjunto.
Una parte importante de esa reunión inicial consiste en explorar las expectativas mutuas. En todos los terrenos. Y particularmente en cuanto al tipo de coincidencias que cada uno busca en esa relación de trabajo.
Es una forma de aliviar las turbulencias que de todos modos siempre surgen. Ya sabes: la política es campo propicio para las ideas, pero en las grietas están agazapadas las pasiones.