Muchas personas no creen en los partidos políticos. Desconfían de ellos. No los quieren. Tampoco creen demasiado en los propios políticos.
Y menos aún en los candidatos.
En una palabra: no creen en la política.
¿Por qué?
Tal vez sea más simple de lo que parece:
1. Desde el punto de vista intelectual no vinculan la práctica política con los problemas que viven en la vida cotidiana.
2. Desde el punto de vista de su experiencia personal han vivido demasiadas experiencias políticas negativas.
3. Desde el punto de vista emocional se sienten engañados, desilusionados, heridos por la política.
Antipolítica. Individualismo. Fragmentación social.
Pero…Siempre hay un pero.
¿Realmente no creen en nada? ¿Nada de nada? ¿Cero?
Pues no.
Hay algo en lo que creen los que no creen en nada.
Shhh…No lo digas en voz alta. Silencio.
Sí.
Los que no creen en nada sí creen en algo.
Causas. Lo que cada uno considere como buenas causas.
Y están dispuestos a luchar por esas causas.
La democracia.
La libertad.
El medio ambiente.
La seguridad.
La diversidad sexual.
La familia.
La vida de los animales.
La lucha contra las enfermedades.
La alimentación sana.
Los valores religiosos.
La justicia.
Los derechos humanos.
La igualdad de géneros.
Y un largo etcétera…
Los que no creen en nada creen en causas.
Claro que en el fondo también estamos hablando de política, pero tal vez de otra forma. Porque no vas a lograr conmoverlos por un candidato o por un partido, pero sí por una causa que sientan como noble y valiosa.
Y pueden actuar de múltiples maneras para defender esas causas. Pueden dar lo mejor de sí. Aunque arrugen la nariz con desagrado cuando les hables de política partidaria.
Entonces…
Cuando los partidos políticos se vacían de gente. Cuando campea la antipolítica. Cuando la sociedad parece estallar en mil pedazos que se dispersan. Cuando cada persona parece ponerse una escafandra y recluirse en su propia burbuja…
Cuando pasan esas cosas y los políticos protestan porque ya nadie cree en nada.
Pues llega el momento de convocar a la defensa de causas que valgan la pena.
Causas que impliquen tanto lo intelectual como lo emocional.
Causas que se sientan tanto o más que lo que se piensan. Que llamen a moverse en su defensa.
No lo olvides: causas.