No todo es internet y televisión. También está la calle. La vieja, conocida y a veces olvidada calle.
El lugar donde se despliega, elección tras elección, la batalla de los carteles políticos.
Una batalla importante. Una batalla a no descuidar. Y donde muchas veces se cometen errores irreparables.
La batalla de los carteles es generalmente una de las primeras batallas de una campaña electoral.
Es importante ganarla. A veces es decisivo.
Pero para ganarla es necesario considerar algunos elementos básicos de psicología política.
La vía pública no es igual a la pantalla del ordenador
Lo que más importa en esta batalla no es cómo se ven los carteles electorales en la pantalla del ordenador sino cómo son percibidos desde los ojos y el cerebro del público que va a recibir nuestros mensajes.
Algunas ideas importantes a este respecto son las siguientes:
- Una persona pasa un tiempo promedio diario de más de 3 horas bajo el posible impacto de la cartelería callejera. Claro que es un promedio y varía en función del tamaño de la ciudad, de la extensión de los desplazamientos que cada uno necesita hacer y de la edad y actividades de cada persona. Pero de todos modos hablamos de 3 horas, lo cual es un tiempo extenso si pensamos que es una octava parte del día. Es más extenso aún si descartamos las horas de sueño y concluímos que es alrededor del 20 % del tiempo de vigilia.
- Tengamos en cuenta, a modo de comparación, que el promedio mundial que cada persona dedica a ver televisión es de, justamente, algo más de 3 horas.
- Resumo lo anterior: 3 horas viendo televisión y 3 horas en la vía pública. 3 horas bajo el impacto de los avisos televisivos y también 3 horas bajo el impacto de los carteles. Ambos son promedios, pero ilustran la gran importancia publicitaria de la vía pública.
- Los carteles se perciben en movimiento, ya sea movimiento del cartel o de la propia persona que lo percibe.
- El movimiento provoca cambios en la distancia persona-cartel pero también en el ángulo de visualización y en la iluminación del cartel.
- La visualización dura unos pocos segundos. Apenas 3 o 4 segundos, y nada más. Es una percepción veloz y fragmentaria.
- El contexto visual es muy complejo y altamente competitivo. O sea que el cartel de nuestro candidato no está solo sino que está acompañado por otra cantidad de carteles tanto comerciales como políticos. Y además está rodeado de otros estímulos visuales: edificios, vehículos, personas…
- El cartel no está “apadrinado” ni defendido por ningún otro mensaje (como sí ocurre por ejemplo en la televisión, donde el spot está dentro del programa que es quien llama la atención del televidente). El cartel no tiene ayuda y debe hacer toda la tarea, desde llamar la atención hasta comunicar el mensaje.
- El foco de la atención de conductores y transeúntes no está en los carteles sino en otros asuntos diversos (desde los problemas propios hasta las complejidades del tránsito).
Considerando estos aspectos el diseño de los carteles tiene que ser simple. Esa es la palabra mágica. Simple. Muy simple.
Cuánto menos elementos tenga, tanto mejor.
Cuánto más simple, pues más efectivo.
Esa es la regla de oro.
¿Insisto?
Simple.