Todas las encuestas marcaban que en 2006 el entonces Presidente Lula sería reelecto en primera vuelta, pero no pudo superar ese 50 % de los votos que todos los analistas daban casi como un hecho.
En realidad el Presidente de Brasil venía escapando de una grave crisis política que lo persiguió durante años: las acusaciones de corrupción.
El escándalo político acabó con las carreras de varios de los principales dirigentes del gobernante PT, aunque durante mucho tiempo pareció que Lula quedaba al margen y no era tocado por la crisis.
Finalmente la crisis estalló, también, en plena campaña electoral.
Los brasileños vieron en los informativos televisivos, por ejemplo, las operaciones de su campaña política para comprar un informe que acusara de corrupción al candidato rival, Gerardo Alckmin.
El nuevo escándalo terminó con el propio jefe de campaña de Lula y seguramente provocó un impacto muy fuerte en los electores, particularmente en los indecisos y en los de voto poco firme.
Con seguridad este hecho influyó en que el Presidente no llegara a la meta de ganar en primera vuelta.
A pesar de todo, Lula hizo una muy buena campaña que buscó cubrir sus posibles debilidades.
Sus spots de televisión fueron una muestra interesante de cómo buscó reparar su imagen.
El protagonista de los spots televisivos es el candidato, no el cuestionado PT. Lula se muestra de camisa blanca y corbata. El blanco es una muy buena elección porque habitualmente es un buen color para transmitir imagen de pureza, limpieza, honradez.
Toda la escenografía que lo rodea le añade atributos de hombre de Estado, de modernidad, de ejecutividad. Parece más un presentador televisivo de noticias que un candidato a la Presidencia, y esto tal vez se relaciona con la credibilidad que busca y que está golpeada en su partido y tal vez sobrevive mejor en los noticieros con los que se informan cada noche los brasileños.
“Lula de nuevo, con la fuerza del pueblo” es la idea fuerza.
El mensaje es casi transparente: ahora que los políticos lo abandonaron (sus adversarios porque lo cuestionan ácidamente y sus compañeros porque lo traicionaron por temas de corrupción), es entonces la hora de apoyarse en el pueblo.
La campaña televisiva muestra más detalles: la pureza del cielo y de la gama cromática de los spots transmite una sensación de limpieza, algo indispensable en la estrategia defensiva frente a los escándalos que lo han sacudido.
Y el lugar desde donde habla Lula también dice lo mismo: un lugar impecable, ordenado, prolijo, claro.
Son mensajes defensivos, reitero.
Y está bien que lo sean porque Lula debía cerrar la brecha en el tema corrupción. Los spots son una operación casi quirúrgica de sutura, de intento de clausura del tema. Trata de convencer que corruptos podrán ser los otros, pero nunca él.
Defenderse cuando se está bajo ataque no solo no es malo sino que es imprescindible. No es verdad que no haya mejor defensa que un buen ataque. Es una falacia que lleva a terribles errores.
En realidad no hay mejor defensa que una buena defensa.
Una defensa seria, inteligente, tranquila.
Una defensa que no amplifica las críticas de los adversarios.
Y Lula defiende su reelección así: desmontando casi lateralmente los ataques que le hacen. Con sutileza, relanzando su imagen, comunicando bien, cerrando brechas.
Así llegó a la segunda vuelta electoral. Con ventaja, pero aún sin la certeza clara del triunfo. Aunque con algunos elementos jugando a su favor. Por ejemplo:
La agenda política dejó de estar marcada por los escándalos de corrupción, pasando a primer plano los temas económicos donde Lula tenía más fuerza que su adversario (especialmente porque el Plan Bolsa Familia benefició a casi 40 millones de brasileños entregándoles unos U$S 40 mensuales en efectivo a cambio de mandar a sus hijos a la escuela y vacunarlos, lo cual le ganó el apoyo masivo del Brasil pobre del norte y del nordeste).
Lula cambió su estrategia y decidió concurrir a los debates televisivos (un total de 4 en un mes), debates en los cuales hizo pesar su carisma mucho mayor que el de su rival. La personalidad del candidato juega un papel relevante en estos casos.
Alckmin, el rival de Lula, debió jugar a la defensiva al ponerse en duda su disposición a continuar con el muy popular Plan Bolsa Familia.
Finalmente, y a pesar de estar perseguido por los escándalos de corrupción contra su partido, Lula fue reelecto como Presidente de Brasil.