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Daniel Eskibel

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Efecto Bandwagon: los que se suben al carro del ganador

Llega el circo al pueblo y es todo un acontecimiento.
En un descampado se levanta la carpa.
Inconfundible. Con algo o mucho de misterio.
Por allí están los animales enjaulados. Las fieras.
Y un pequeño ejército de malabaristas, equilibristas, domadores, magos, payasos…

¡Payasos!
Cuántos recuerdos de infancia…¿verdad?

Esta historia, justamente, comienza con un payaso.
Un payaso profesional.
Un payaso de circo llamado Dan Rice.

Corría el año 1848. Año de elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
El mayor partido político de EEUU era el Partido Demócrata.
Y el segundo partido era…

¿Cual era el segundo partido de EEUU?
El Republicano, por supuesto.
¡No! Error, no existía todavía dicho partido.

La segunda fuerza era el Partido Whig, que años después se disolvería y varios de cuyos ex-dirigentes serían entonces los fundadores del nuevo Partido Republicano.

Y el candidato del Partido Whig a la Presidencia de los EEUU en 1848 era Zachary Taylor. Un destacado militar que nunca había ejercido cargos públicos. Y que como resultado de aquella campaña electoral resultó ser el 12º Presidente de Estados Unidos de América.

¿Y el payaso?
Ya dije que se llamaba Dan Rice. Además de payaso profesional era hombre del Partido Whig.
Y en aquella campaña de hace más de 150 años decidió apoyar a Zachary Taylor con todas sus fuerzas.
No solo con todas sus fuerzas, sino también con su bandwagon.

¿Band…qué? Bandwagon.

Se le llamaba bandwagon al carro donde iba una banda musical, ya fuera en el circo, en un desfile o en un espectáculo.
Dan Rice tenía su bandwagon. Y se le ocurrió usarlo en la campaña electoral de Zachary Taylor. Para atraer la atención con la música, ni más ni menos.

¡Vaya si consiguió llamar la atención!
A medida que avanzaba la campaña electoral, más y más popular se volvía el bandwagon. Arriba del mismo, además de la banda musical, iba el candidato a Presidente y su entorno político más cercano.

Pero cuánto más popular era el bandwagon del candidato Zachary Taylor, más dirigentes políticos se subían al mismo y lo acompañaban. Cada vez más.
Y la gente se divertía observando cada día qué nuevo dirigente se subía al bandwagon.

Años más tarde, los bandwagons eran pieza ineludible de toda campaña electoral en Estados Unidos.
Y se popularizó la frase “subirse al carro” para describir la actitud de quienes solo buscan asociarse con el éxito de otros más allá de sus propias convicciones.

Pasaron unos cuantos años más y el término bandwagon pasó al campo de las ciencias sociales y políticas.

Hoy en día se entiende que existe un efecto bandwagon cuando un determinado segmento de votantes son más proclives a votar a un candidato si lo ven como posible ganador de la elección.

No es que simplemente piensen que van a votar al candidato A porque ese seguramente será el ganador.
Es más bien un estado de ánimo colectivo, un impulso ancestral que parece venir desde el fondo más primitivo de nuestro cerebro. Ese impulso a seguir a la manada, a dejarnos arrastrar por ella, a dejarnos llevar.

Seamos claros: el cerebro humano ha desarrollado magníficas habilidades y capacidades vinculadas con la inteligencia y la creatividad.

Pero todo ese desarrollo se ha hecho conservando intacto el cerebro animal que le subyace. Incluyendo aquel comportamiento de manada que en oscuros tiempos prehistóricos seguramente fue vital para sobrevivir en un entorno hostil y peligroso.

En campañas electorales, el efecto bandwagon opera sobre la parte menos informada del electorado y con menores definiciones partidarias e ideológicas. Pero opera. Lo hace sobre un porcentaje a veces mayor y a veces menor del electorado. Pero opera.

“Yo no creo en brujas, pero que las hay…las hay” dice la sabiduría popular.
¿Quién no ha visto crecer y crecer una especie de ola de opinión pública a favor de quienes encabezan las encuestas?

Por eso muchas campañas electorales buscan provocar ese efecto bandwagon.

Y aquella música de 1848 aún sigue sonando.

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Daniel Eskibel

Daniel Eskibel es consultor político y experto en psicología del votante.

"1 de los 100 profesionales de la política más influyentes del mundo"
(Revista Washington Compol, Washington DC, USA)

"Especialista en el comportamiento electoral"
(National Geographic, España)

"Ha incorporado la dimensión psicológica a la comunicación política"
(El Confidencial, España)

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