Un buen día desconoces al político por el que tanto has trabajado.
Ese mismo con el que hiciste tantos planes. Con el que viviste tantas situaciones difíciles.
Ese con el cual luchaste palmo a palmo durante tanto tiempo. Ese con el cual ganaste las elecciones y que ahora tiene un cargo de gobierno.
Lo ves solo. Aislado. Sin escuchar. Sin contacto con la gente. Agresivo. Cometiendo errores que nunca creíste pudiera cometer.
Cada vez más rodeado por incondicionales que solo dicen que sí.
Incondicionales ciegos (como todos los incondicionales).
Lo ves rumbo al abismo electoral y no sabes cómo ayudarlo.
Menos aún sabes por qué diablos pasó eso. Menos que menos. ¿Cuándo fue que cambió? ¿Por qué?
El sorprendente cerebro de reptil
Una zona de nuestro cerebro es lo que algunos investigadores denominan “el cerebro de reptil”. Esa estructura cerebral, situada en el tronco encefálico, es sorprendentemente idéntica al cerebro que tiene cualquier reptil. Y controla comportamientos primitivos muy distantes por supuesto de los que controla la zona específicamente humana del cerebro.
Donde la zona cerebral más humana ve ideas, oportunidades, solidaridad, cooperación, creatividad y transformación de la realidad…la zona del cerebro de reptil empuja hacia el dominio, la agresividad, la defensa del territorio y la autoubicación en la cúspide de una jerarquía vertical e indiscutida.
De las interrelaciones entre esas estructuras cerebrales, a las que hay que sumar el cerebro de mamífero con su control de las emociones, surgen ciertos vaivenes humanos en cuanto al poder y su forma de ejercerlo.
El juego del poder
En la política siempre está en juego el poder. Otros asuntos son cómo se conquista, cómo se ejerce y para qué se tiene…pero siempre está el poder jugando su papel desde el punto de vista psicológico.
El aislamiento del poder es una actitud donde pesa sobremanera el cerebro de reptil: “éste es mi territorio, acá mando yo, estoy por encima de todos, si llegué aquí es porque soy más capaz que ustedes, si sé más que ustedes entonces no pierdo tiempo escuchándolos, y además no quiero que nadie llegue a amenazar este poder ni siquiera en el futuro por lo tanto no dejo que nadie se acerque, solo dejaré que se aproximen a aquellos que hagan los correspondientes rituales de sometimiento y sumisión…”.
Es el cerebro de reptil casi en estado puro, sin interferencias de la corteza cerebral.
El día del reptil
¿Cuándo se vuelve dominante el cerebro de reptil?
Caso 1: en ese político siempre predominó el cerebro de reptil y siempre ejerció así el poder (en su partido, en su trabajo, en su familia…).
Tal vez estaba relativamente disimulado, o se justificaban algunas actitudes en aras de luchar contra el enemigo político que en aquel momento ocupaba el poder, o simplemente en su entorno no lo pudieron percibir.
¿Por qué no lo pudieron percibir? Pues porque el ser humano necesita que todo “cierre” perfectamente y sin incongruencias. Entonces sucede que inconscientemente dejamos de lado las actitudes que no encajan con nuestras necesidades u opciones. Si trabajamos políticamente por alguien es muy probable que seamos ciegos a algunos de sus defectos. A veces a casi todos…
Caso 2: el predominio del cerebro de reptil se produjo después de ganar el cargo o el gobierno.
En ese caso el entorno en el que se ejerce el poder es definitorio.
Comenzando por la arquitectura del poder, la forma en que son construídas las casas de gobierno, su aislamiento físico de la ciudad o su altura, sus murallas o sus accesos difíciles…más todo el laberinto interior de los edificios y la ubicación alejada del despacho del gobernante, literalmente solo y apenas rodeado por un pequeñísimo núcleo.
Siguiendo por las actitudes del entorno del poder, las secretarias, los asistentes, los colaboradores, los porteros, los choferes, el “sí señor”, la obediencia, la verticalidad, la jerarquía, el constante deseo de resultarle agradable.
Agregando los símbolos del poder: el vehículo oficial, el dinero, el nombre del cargo, el respeto en el trato más allá de su entorno.
Más la práctica del poder, el aprendizaje de todo lo que puede hacer con una orden o una firma, el descubrimiento súbito de la ampliación de su capacidad para influir en la vida de los demás.
Si la persona no está preparada psicológicamente para vivir todo este mundo del poder, pues entonces solo es cuestión de tiempo que el cerebro de reptil se apodere de los resortes del mando.
¿Se puede hacer algo para evitar que el reptil que llevamos dentro tome el mando en una ciudad, una provincia o un país? Dejo planteada la pregunta…y la respondo en la segunda parte de este artículo de psicología política.