En diciembre de 2022 el Wall Street Journal informó acerca de una reciente encuesta de Gallup en ese país.
El 20.8 % de los encuestados de la generación Z respondieron a Gallup que se identifican como lesbianas, gays, bisexuales o transgénero. Llamamos generación Z a los nacidos entre finales del siglo 20 y comienzos del siglo 21. Algunos autores los ubican con mayor precisión como los nacidos entre 1997 y 2012.
O sea que serían los estadounidenses más jóvenes, en términos generales los menores de 25 años.
La misma encuesta revela un importante cambio generacional:
Los que se identifican en el colectivo LGTB son el 20.8 % de los Z, el 10.5 % de los millennials y el 2.6 % de los baby boomers.
No sé si en tu país está estudiado este indicador. Tampoco sé, en el que caso que se haya investigado, si los números resultantes son similares o no.
Pero sea como sea creo que el dato bien merece una reflexión.
¿Está creciendo aceleradamente la identidad LGTB en los países occidentales?
¿O acaso los más jóvenes asumen más abiertamente su sexualidad?
¿O hay factores en la encuesta que hacen que sus datos sean poco confiables?
No lo sé.
Para responder con propiedad esas preguntas hacen falta más estudios fiables en más países.
Pero lo que sí me animo a señalar es que ante nuestros ojos están ocurriendo grandes cambios psicosociales. La vida de las personas en el siglo 21 registra transformaciones pocas veces vistas en las formas de sentir, pensar y actuar.
Y sin embargo se sigue haciendo política con los manuales del siglo pasado.
Por eso el papel de los consultores políticos ya no puede limitarse al viejo rol del gurú que llega a una campaña a decidir qué hacer y cuándo y cómo. Ahora los dirigentes políticos, los candidatos e inclusive los empresarios y los profesionales necesitan consejeros de confianza.
Consejeros que les ayuden a interpretar las complejas señales del mundo de hoy. Que les ayuden a tomar mejores decisiones. Y a resolver los nuevos problemas que la sociedad nos plantea.
Daniel Eskibel