Estás en un debate. O en una entrevista de prensa. Y surge un tema polémico. ¿Qué es lo mejor que puedes hacer?
Conoces el tema, por supuesto. Si no lo conoces, pues la estrategia entonces sería otra. Muy otra. Pero conoces el tema.
Y tienes argumentos.
No uno ni dos argumentos. Muchos. Digamos que tienes 10 argumentos diferentes para defender tu posición.
¡Bravo!
Entonces comienzas a argumentar. 1 argumento primero. Luego otro. Enseguida el tercero, y el cuarto y más allá el quinto. Cuando lanzas el argumento número 6 te sientes casi ganador. Y todavía pones el argumento 7 sobre la mesa. Con satisfacción golpeas con el 8. Finalmente arrojas el argumento 9 al rostro de tu contendor o de tu entrevistador. Y lo rematas con el 10.
Luego respiras.
Satisfecho. Pleno. Elocuente. Demoledor.
Al día siguiente casi todos te dirán que estuviste brillante. Que aplastaste a los demás. Que fuiste una topadora, una aplanadora o quién sabe qué poderoso aparato de demolición.
Pero no.
No.
Te equivocaste. A pesar de las apariencias, sí, pero te equivocaste.
Lo que hiciste no fue bueno para convencer al electorado que aún no está convencido. Tal vez fue bueno para tus más duros votantes, para esos que te votarán pase lo que pase. Tal vez fue bueno para tu ego o para tu autoestima, también.
Pero la estrategia fue mala para lo principal: persuadir a los que todavía no están muy decididos a votarte.
Tú podrás decir: ¿pero justamente a ellos no es mejor darles muchos argumentos?
Y mi respuesta es que no. A ellos menos que a nadie.
Los números a veces no son lo que parecen
Hay una ley inevitable que debes recordar. Todos creemos que nuestros argumentos son igual de buenos entre sí.
Pero no es así.
En realidad tus 10 mejores argumentos sobre un tema cualquiera se distribuyen de acuerdo a la siguiente ley:
• Solo 1 o 2 de tus mejores argumentos tienen la potencia persuasiva necesaria para convencer al ciudadano. Uno o dos. 1 o 2. One or Two. Nada más. No sueñes despierto…
• En el otro extremo hay 1 o 2 de tus 10 mejores argumentos que son absolutamente nulos en su capacidad de persuasión. Nulos, inútiles, inservibles (aunque te agraden y le agraden a tu círculo aúlico).
• Entre ambos extremos nos quedan de 6 a 8 argumentos pobres, mediocres, de reducido alcance, de escasa penetración en el cerebro humano.
1 es más que 10
Es simple. Si das tus 10 argumentos, el mejor de ellos va a quedar perdido y camouflado entre una diversidad de argumentos que el público va a evaluar como mediocres y malos.
En cambio si das uno solo, entonces ese argumento va a brillar como el oro, se va a destacar, será fácil de recordar y estará puro e incontaminado de malas ideas.
Elige tu mejor argumento.
Uno solo. No puedes olvidar un número tan sencillo como el 1. Eso sí: tienes que elegirlo bien, trabajarlo, pulirlo, perfeccionarlo, buscar ejemplos, explorarlo desde diversos ángulos..
Only one.